Ya no me acuerdo de tu nombre porque evite cuidadosamente aferrame a el en su momento -entre la fugacidad que marca el ritmo docente y el escudo que se ha de erigir ante la vida.
Pero estas dos o tres semanas te he visto fugazmente sin buscarte y me has dicho hola con la mano: algo deje en tus memorias poco mas que adolescentes: una gracia probablemente de las que me salen espontaneas intentando transmitir lo que no se de cierto. Hoy tambien, despues de un desastre ajeno por completo a tu persona, pero que me saco a la calle a cuidar a mis pollitos, en que una vez pasada la alarma te vi como te vi con sorpresa, fumando, y reconociste mi presencia con un gesto afable.
Hizo el verte (como cada vez pasada) que la falla de San Andres se cerrara dos o tres nanometros, que las nubes de la lluvia torrencial hicieran pausas protoscopicas, que el Señor tomara aliento y que yo mismo a cinco metros, un cigarrillo, una bata manchada y un anodadamiento antiguo me quedara -de nuevo- de una pieza o mejor dicho, hecho un pato.
Mas me pudo entre lluvia y cigarrillos, verte sin embargo oteando el horizonte, con frustracoin creciente. No se si por cansancio, frio o aburrimiento entraste al vestibulo y te sentaste, melena castaña hispida y retadora. Pero me quede con tu rostro desolado por quien sabe que desencanto: el idiota q tenia que ir por ti no llego a tiempo.
Un acceso semejante de decepcion a alguien como tu, que me desbarata hasta los cimientos solo de verte, deberia ser penado con el ostracismo mas extremo -digamos, como el que me prohibia ir de frente a preguntarte los motivos de tu cara entristecida y arrancarte una sonrisa que le fuera a nuestra Tierra atribulada, Aurora novedosa y tierna.
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