No se si es asi, pero a veces me imagino que al autismo es como andar en una camioneta con amigos, donde se rie y unos y otros se cuentan cosas y todos escuchan y las comentan y sin embargo uno contempla el perfil de la tierra que cambia conforme se asciende desde la costa hacia la Sierra Madre Oriental: La marisma costera de Tampico cede el paso a los pastizales inacables, donde pace el ganado y poco a poco aparecen a la derecha algunas ondulaciones, enmedio de la llanura monticulos sospechosamente regulares esconden los vestigios de Los Antiguos y de repente se desvela la bruma y una linea recta, como una albarrada de colinas aparece.
La tierra reseca se entibia a la vera de varios rios de suaves playas junto al pueblo de Tamuin y cuando se llega a las viejas construcciones de Tamohi se recrean muchos prodigios: el Puente de Dios, hito de calendarios olvidados en una Sierra que ahora aparece entre una bruma aun mas lejana, la alineacion perfecta de sitios habitados durante mil años por distintas gentes, la permanencia en la piedra de pinturas marrones aun indescrifradas.
Mas y mas arriba pero en una gradacion imperceptible y en medio de una curva peligrosa en la carretera, se llega, a riesgo de estrellarse contra el que viene por el otro carril, "A donde nace el Agua" Taninul. Taninul, que nombre mas dulce para un sitio donde brota un agua pestilente a los alientos del Averno, pero que es tan rica en salutiferos minerales. Mancillada por un hotel y llena de turistas queda Taninul a la vera de su colina que saluda la llanura triste: es en Pitahaya donde arranca la sierra, sierra esta de pendiente suave que alcanza una primera parada mas adelante, en Valles.
Pero antes de Valles esta Micos, aparece donde no se espera, en un recodo del camino, dos o tres kilómetros hacia adentro y un farallón imponente a la derecha alumbrado por el sol de mediodía escolta pendientes cubiertas de arboles y caminando solo un poco mas, se oye el rumor del agua que permanentemente viene desde sus faldas. En Micos hay rapidas corrientes, turbios remolinos, dos o tres cruces que marcan el sitio donde algún desprevenido se partió el pescuezo y al final de un camino lleno de gente haciendo acampada, de los pollos asados en tambos cortados a la mitad y de lancheros que ofrecen el paseíllo con la seguridad de un chaleco salvavidas, se aparece la sucesión de cascadas embutidas entre los montes que se intuían desde la entrada. Las cascadas vienen a morir en un pequeño lago desde el que vuelven a nacer los torrentes impetuosos que huyen hacia no se sabe donde, en este pequeño lago se puede nadar, se y con un animo mas aventurero se puede coger un casco, un salvavidas y una tabla, convenientemente ofrecidas por los cooperativistas de la zona, y subir cascada arriba –dicen que son tres o siete no se- e ir descendiendo entre ellas como toboganes.
En una o dos horas se esta de nuevo en el plato terso, apenas agitado por la cascada de su extremo y se puede ir a comer pollo y a beber cerveza. Yo con animo francamente cobarde ni siquiera me planteo la subida: el agua esta helada. Pero la excursión termina bien, con un monton de carcajadas y las llamaradas del sol de finales del invierno despidiéndose desde el farallón imponente, que a mi me recordó de inmediato al que custodia al Sincrotron de Grenoble, alla del otro lado del Mar, entre otras montañas. Con cierto cansancio de no haber hecho absolutamente nada que pudiera cansarme físicamente me duermo como un fardo en la camioneta.
El plan ahora es ir a Tamasopo, pero en el camino, alumbrado ya por el mas o menos avanzado dia pese al plan de madrugar, caigo en la cuenta de porque Valles, en verano, es la sucursal del infierno, en donde las temperaturas llegan a subir a 50ºC. Esta arrimada a la pared de la Sierra que crece abruptamente, por tres lados la flanquean sus estribaciones y hacia el sureste esta abierta al Golfo. En verano llegan las suradas y Tampico, junto al mar, se convierte en una sopa, densa y humeante pero relativamente temperada por el mar. Valles se convierte en un horno tremendo. Al poco me reanimo y llegamos a Valles a buscar donde dormir. Todo me habla de dinero, es una ciudad rara para mi, una ciudad mestiza y centro de la Huasteca Potosina, caldero donde las culturas sincretizadas se expresan en bailes de raices españolas e indigenas, los Huapangos, base desde la cual se lanzan las hordas a la visita de las maravillosas maravillas de esta tierra. Muchos negocios que viven de este turismo de aventuras. En mi mente hecha a armar mapas veo a Valles como el punto en que la Sierra Madre Oriental empieza a convertirse en un verdadero monstruo, que mira hacia el sitio desde donde nace el sol hacia el cual se abre la suave pendiente de la llanura aluvial del Golfo de Mexico, sustentada por millones de años de sedimentos. Arriba, hacia Rioverde la Sierra se convierte en verdad en las montañas donde se puede uno partir la crisma, hacia abajo, hacia Huejutla, se bordea esa misma Sierra que se vuelve también humeda, alta, cafetalera. Hasta Valles los nombres siguen siendo Tan… Taninul, Tantok, Tamuin, Tamasopo. La cultura Téenek, mal llamada Huasteca, mañana habrá descubrimientos. Despues de una noche de charlas científicas, políticas y sociales, de bebidas ricas en un lugar para mi paradigmático de este tipo de ciudad- caras pantallas, sillas elegantes, camareros atentos y concurrencia provinciana y desatenta de la música de un trovador en realidad poco agraciado por preferir la emoción de una pelea de box, amanecemos desayunando el manjar de la región, el Zacahuil, tamal liquefacto, arullado en su lecho de hoja de platano, servido con cuchara, regado con limón y salsa, pariente aguado del Mucbilpollo maya.
Tamasopo esta en un recoveco de las montañas que van camino a la tristísima llanura de San Luis Potosi. La región es rica en estas hondonadas que esconden el preciado tesoro de ríos y caídas sonoras. No se sabe como, se mete uno en un camino y zaz, aparece una cascada. En Tamasopo son tres o cuatro cascadas que han abierto pozas en los eones que tienen carcomiendo la tierra. Algunas tienen 8 metros y es posible lanzarse como simio en una cuerda y caer en medio de ella. Otras son planos estanques donde los mas pequeños pueden chapalear un buen rato, mecidos por el rumor de la cascada. Y un caminito agreste sube entre ellas y se pueden ir viendo los diferentes caminos que el agua fue labrando para finalmente crear esta fuente de dinero –se cobran entrada, estacionamiento, comidas y bebidas a muy buen precio- y de asombro para las riadas de gente que suben desde Tampico o bajan desde San Luis a pasar un dia en familia o con los amigos. Trepando entre las piedras mas o menos resbalosas –ahora es temporada de secas- se ven los caminos y los estragos que el torrente ocasiona en temporada de lluvias, debe ser majestuoso pero también atemorizante como lo es hoy mismo el viento que agita los arboles en Tampico, ante la llegada del Norte, la creciente que arranca de cuajo arboles, que arrastra cantos y que desborda el amable curso que los turistas barrigones de hoy podemos recorrer confiados.
Mas sorprendente es llegar hasta arriba del camino: una plana llena de tiendas de campaña a la vera de un rio manso y hondo invita a tumbarse a su costado y echarse un clavado en las dos o tres pozas que se han ido formando, con una confianza que la madre mas aprensiva cede para que su retoño se aviente y nade por un rato. Ahí descansando de no hacer nada se ven las lindas colinas arboladas de la pequeña sierra que hemos ido bordeando hasta ahora, un sol calcinante, arboles pequeños y montañas enanas que esconden en sus pliegues tantos torrentes, cascaditas y pozas varias. No comemos en Tamasopo, francamente los viajes a la naturaleza carecen de las adecuadas escalas gastronómicas. Seria bueno cargar con comida mas que la de chatarra que nos comimos toda ayer, pero este calor –aun no bestial- la estropearía y por tanto hemos de ir –he de ir- resignado a no comer tan seguido como desearía –y es que a mi la carretera me da hambre. Asi que rehacemos nuestros pasos y regresamos a Valles entre las curvas y regodeos arborícolas y entre los tajos titánicos abiertos por lo que será la autopista San Luis Potosi-Valles y un dia quizá, Tampico –la olvidada, la arrinconada entre sus marismas, sus dunas, su rio y su mar azul. De Valles nos vamos entonces bordeando la sierra, que de este lado se empieza a ver cada vez mas alta y mas amenazante. Los nombres cambian, la raíz náhuatl empieza a notarse cada vez mas conforme se tiende hacia nuestro destino Xilitla. Aparte otros topónimos –Aquismon, Huichihuayan, Chunutzen, Tancahuitz, denuncian que esta fue tierra por donde transitaron muchísimas gentes antaño, quienes fueran no se, mi ignorancia enciclopedica no abarca los detalles de una región que ha estado habitada desde hace al menos 3 mil años, metida en las estribaciones de lo que hoy es –y seguramente ha sido desde hace muchos años- la ruta hacia la Aridoamerica.
No debe ser casual tanta diversidad: es una región rica en todo, hay agua, frutas, café, maíz como en toda la geografía mesoamericana regada por los vientos que soplan desde el Golfo. Probablemente en los tiempos de mayor esplendor cultural fueran las llanuras las zonas mas pobladas por los habitantes originarios, tal como ahora lo están en las regiones mas inaccesibles, regiones como Xilitla, envuelta en brumas.
Ya asombra la feracidad de los montes, en la otra parte la selva es baja, aquí bejucos, araucarias, plantas sobre plantas y arboles inmensos ocupan los lados de la carretera una vez que se ha entrado al regazo de la montaña. Subir y subir, se llega a Xilitla, un pueblo de hondo sabor indigena. Una vez hace años estuve para la epoca de Difuntos. Una solemnidad desconocida en las ciudades se respiraba en las calles sembradas de caminitos de flores amarillas, que los Parientes recorren hasta llegar al Altar donde se les ha preparado el banquete y las ofrendas para recordarlos. En aquel entonces densas neblinas ocultaban los riscos circundantes, desvelandolos solo al amanecer. La vieja iglesia dominaba el pueblo con un imperio triste, adecuado a los dias de luto general. Ahora, cuando el Sol esta a punto de pasar por el Equinoccio de Primavera, no tuvimos neblina, asi que desde la carretera se vio el pueblito encaramado a su loma y a la derecha, 500 metros de terraceria entre una fronda maravillosa y verde, aparecio el Castillo de Sir Edward, feria alucinante de construcciones de cemento, delirante fantasia de quien dicen, se enamoro de las Pozas en las que desnudo, tuvo una vision de una ciudadela entre la selva que es devorada y camuflada, consustanciando el duro cemento con el paisaje nativo.
Cuentan del Lord que se codeo en su epoca con los surrealistas, con gente famosa de Europa a la que no logro, sin embargo, convencer de venir a visitarlo en este paraje escondido. De todas maneras el legado del que muchos de los paseantes consideran un loco se mantiene de hecho gracias a la curiosidad de los mismos turistas, que en hordas jipis vienen a ver lo que creen un sueño de mezcalina y cannabis.
Ya se pone el Sol y tenemos que partir. Hemos visto las cosas increibles y sin embargo faltan siempre mas. No se acaba nunca. Hay millares de cascadas, cientos de "sotanos", pozos en la caliza inmemorial donde se han refugiado especies animales y vegetales unicas en el mundo, hay montes y llanos, zonas arqueologicas sepultadas bajo los sedimentos o devoradas por la selva, comunidades que han sobrevivido pese a 500 años de conquista, rios mansos y rios salvajes. Nombres de quienes pasaron y se fueron.
Al final bajamos de nuevo hasta Tampico, a su Laguna del Chairel bordeada de chabolas miserables que se anegan cada año en cada crecida del Tamesi y sus afluentes y sus elevaciones coronadas de campos de golf y de mansiones, a su vida frenetica donde cada vez mas campa la inseguridad pero donde tambien el espiritu del costeño imprime sabor y alegria a la vida, a la comida, a los dias finales del invierno donde el Norte azota la ciudad.
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