"Se vio a sí mismo de adolescente, impresionado por muchachas que pasaban, siguiéndolas, tomando el tranvía o el autobús que ellas tomaban, sin decirles nada, pendiente del milagro de un encuentro lleno de estética.De pronto ella se volvería, le cogería la mano y le llevaría más allá del misterio, donde se puede vivir eternamente en la contemplación del ser amado. Y otras veces, cuando se enamoraba de alguien concreto, de pronto tenía la sensación de que le estaba esperando en un punto exacto de la ciudad, generalmente en el puerto, y acudía allí con el reloj impaciente, convencido de que se cumpliría la cita telúrica..."
Manuel Vazquez Montalban. Los Mares del Sur
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