Andar de aca para alla, perseguido por tu propia sombra. Por eso prefiero deambular a la hora tardia de la noche, cuando se han apagado las luminarias de las calles y los semaforos parpadean en amarillo, cortando estroboscopicamente a la tonta que siempre nos persigue. Bueno es tambien andar a solas, a la hora tumultosa de la tarde, donde la sombra propia se confunde y entrevera con la de millares de transeuntes y queda confusa, perdida y sin sentido de pertenencia -entonces es capaz de emputecer y dejarse sobar en el metro y en las aceras repletas.
Nada peor en cambio que tener que soportar la luz de la clara mañana, cuando los pajarillos trinan en la copa de los arboles y todo parece nuevecito y recien lavado: entonces la sombra es distinta y definida detras tuyo, la tienes ahi, pegada a los talones, recordandote la dificultad de quedarse de a deveras solo...
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