domingo, 21 de noviembre de 2010

SPQR: Senatus Populus Que Romanus

Los fantasmas de los últimos dos mil años andan sueltos a toda hora por las calles de Roma, pero es de madrugada que te juegan bromas, que te pierden las monedas del bolsillo, que te arrojan agua de los charcos. De todos, el más solemne y melancólico es el de Julio César, que aún no ve claras las causas de su asesinato. Cuando supo que mi abuelo se llamaba como él, accedió amablemente a enseñarme algunas de las cosas que están escondidas.
 El Trévere o Tíber para Julio, esa bestia fluente que en las postrimerías de aquel año 2007 discurría lleno de hojitas, con algo de hielo en sus márgenes, se llevó durante muchísimo tiempo la caca del Imperio y demás. Pero muchas otras veces se revolvió, engrosado por la ira de los Dioses y arrasó las márgenes. Aún queda un pedazo de puente por ahí que atestigua su capacidad destructiva.
 Auríspices y augures, grandes favoritos de Julio César. Desde las colinas puede verse el vuelo de las hordas, los enjambres de pájaros como no se puede ver en ningún otro sitio. Es fácil entonces reconocer las cambiantes formas de los Dioses en sus caprichosos cambios, en sus metamorfosis aladas. Se necesita por tanto de quienes tienen el toque para comunicar las Voluntades a los mortales. Pobre Julio César, parece que alguno le quiso advertir de lo que se cocinaba aquellos Idus de Marzo.
 Después del SPQR vino el INRI. Ha durado con diversos tambaleos, presente durante ya casi 2010 años en todos los acontecimientos importantes, muchas veces con consecuencias tremendas en nombre de la fe. Pero no deja de maravillar, pese a tanta sangre, tanta miseria, tanto de todo, la monumentalidad y majestad de las Casas donde han pretendido alojarLe desde entonces. Vanos pero preciosos monumentos, porque está en el hombre adorar y extasiarse ante los magnífico, ante lo perdurable.

Julio César dió por terminado el recorrido con un codazo pícaro. Pese a no ser necesariamente su idioma, me señaló con sorna un cartelito. El buen Julio. Los demás días ya no me lo volví a encontrar, supongo que se habrá ofendido cuando me detuve a beber junto al obelisco que se trajo de Egipto.

1 comentario:

  1. Que dicha haber sido guiado de la mano de Julio César, espero que, cuando me toque visitar Egipto, sea Cleopatra quien me guíe el viaje. Te quiero mucho viejo!

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Apura, que la entropia aumenta