Es que jamás había pasado tanto frío en la vida. Y sin embargo una parte mía se quedó en la pequeña ciudad abrazada por el río, hecha de callejoncitos y de monumentos tan dispares como el Castelveccio, el circo y la casa de la tonta de Julieta. Será que las aguas congeladas limaron un poco mis aristas. Una tristeza infinita conjugada con un placer tranquilo, un tiritar violento, un quererme quedar más tiempo en la calle aunque me congelara.
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