Habia un perro llamado Golfo que a mi francamente no me gustaba. No me gustan los perros. Como le hacia ilusion a quienes vivian conmigo me hice la idea de llevarlo a vacunar, registrarlo, ponerle el chip, comprarle la casita, el sueter, sacarlo a pasear para que jugara con los que vivian conmigo. Ellos se fueron un diciembre de hacer ya seis años. Golfo fue regalado porque declare rotundamente que me negaba a cuidarlo.
Me dio muchisima tristeza que se fuera el estupido perro.
Tanta como cuando me informaron de la muerte de otro perro que tuvo la gente con la que vivi antes, Canape. Un caniche enano que vivia en una caja de plastico, un juguete con vida que asi se fue.
Como Saliva que se fue con otra familia habiendo estado un dia a punto de morir ahorcado y lleno de pustulas por el abandono.
Estoy concluyendo que empatizo con los perros que sufren tanto, que no quiero jamas tener uno.
Parece que asi habemos algunos, aunque no lleguemos a morirnos del abandono
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