El le había puesto un cable informándole de su llegada. ¿Estaría esperándole? ¿Qué pasaría o dejaría de pasar entre ellos? ¿Al dejarla, al no volver, al perder el contacto durante un tiempo, habría hecho él Lo Imperdonable? ¿Estaría —pensó, sobrecogido por la idea de que no se le hubiera ocurrido hasta entonces— casada? ¿Enamorada? ¿En relaciones con otro? Y él mismo, ¿qué quería en realidad?
Lo sabré cuando la vea, pensó. El futuro, a pesar de que no era más que un tenue resplandor envuelto en un interrogante, no se dejaba eclipsar por el pasado; incluso cuando la muerte avanzaba hacia el centro del escenario, la vida seguía exigiendo iguales derechos.
El vuelo terminó sin incidentes.Zeenat Vakil no le esperaba en el aeropuerto.
(Salman Rushdie, Los Versos Satanicos)
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