jueves, 17 de diciembre de 2009

Ojos dulces y tristes

Hoy vi a un hombre con unos ojos dulces y tristes. Venía desde aquella parte de mi ciudad que parece bombardeada, pero que en realidad solamente lo parece porque está con las obras del metro... Venía pues, desde ahí, entre otros dos hombres de caras hoscas. A la distancia de cincuenta pasos se veían derrotados, cargados con esa clase de derrota que podría convertirse en desesperacion y violencia homicida. Con el instinto de pequeñoburgués me replegué en el rincon de mi asiento en el andén del tranvía y conforme se acercaron oí sus voces, que decían palabras que me evocaron rudas montañas, combatientes insensatos, razzias en la niebla, huida, exilio. Estaban barbudos, sucios, con las ropas ajadas y en sus palabras sin embargo no translucía amargura sino cansancio. Al pasar a mi lado hablando, uno de ellos, él, regresó y con una voz sorprendentemente suave y con bastante acento, me preguntó como encontrar una tienda para comprar material de construcción cercana al lugar en que nos encontrábamos. Un intenso ruego se mantuvo en sus ojos tristes y dulces mientras yo intentaba darle alguna indicación que fué mas bien vaga por fuerza de mi ignorancia en el tema. Como la dirección mas plausible para encontrar la tienda era la misma por la que habían venido, tornaron a coger pues ante su exhorto, los tres el camino de regreso, cansinos, sin reir y sin alzar la voz, hacia esa zona de mi ciudad que por ahora, parece bombardeada... y me quedó como un desasosiego, en esta mañana tan fría y nublada, una como tristeza honda por no haberles sabido guiar mejor, una pena por verlos alejarse resignados a perderse durante quizá varias horas en el entramado de callejuelas en pos de su tienda de materiales de construcción, inspirando seguramente a los honrados transeúntes ese miedo que nos dan los vencidos, por cuanto nos recuerdan lo frágil que es eso que llamamos civilización.