Ya te fuiste, ya se fueron todos.
O sea, no queda nadie con quien tengas los intercambios digamos epistolar-instantáneos con rápidos teclazos, ni con quien salgas a comer, ni quien venga a entrevistarte por unas o por otras cuestiones.
Pero ya te fuiste.
O sea, no queda nadie que me cuente y me pregunte el cómo y el qué, los restoranes, los resultados del partido, el cambio de parlamento, las noticias de sucesos.
Ya no estás.
O sea no veo ya tu silueta de avispa laboriosa, tus gestos de gato relamido, tus muecas para reir, para protestar y mostrar institintivos desagrados.
Ya no hay nadie.
O sea, no tengo quien me interrumpa mientras navego por la peculiar Estigia que es internet los viernes por la tarde, nadie que me distraiga en mis inhóspitos quehaceres, nadie que irrumpa dando voces en mi celda acolchada.
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Que gran alivio.
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